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Julio Martínez (1923 – 2008).

enero 6, 2008

 

Julio Martínez

Falleció Julio Martínez. Y con él, se fue toda una época. Más que eso. Varias épocas. Décadas de la historia de nuestro país que se desvanecen de la memoria colectiva de los vivos, y quedan desde ahora en adelante sólo como material para libros de historia, documentales y exhibiciones de museo. Sí, todavía queda viva una buena cantidad de personas que vivieron durante esas décadas, que pasearon por las mismas calles que JM, fueron testigos de los mismos eventos y experimentaron los numerosos vaivenes que sufrió Chile durante el siglo XX. Varios deben ser incluso más viejos que lo que era don Julio al momento de su muerte. Pero ninguno es tan conocido como él, ni tiene el lugar que él tenía en el inconsciente colectivo chileno hasta el día de su muerte. El hombre era un verdadero ícono de un mundo que hacía tiempo que en los hechos ya se había ido. De un país que ya no existe. Al irse JM, se va uno de los últimos (¿El último?) vestigios importantes y todavía presente y vivo en el imaginario nacional del Chile pre-jaguar, pre-globalización, pre-boom exportador, pre-Internet, pre-TV cable, pre-APEC, pre-celulares, pre-Computadores, que no se había reconvertido ni renovado con los nuevos tiempos. Cuando falleció Gladys Marín mucha gente que no era comunista, ni de izquierda, e incluso gente que era contraria a sus ideas políticas, se sintió conmovida y acudió a despedirla al lugar en el que estaban sus restos antes de ser puestos en su lugar de descanso definitivo. Más allá del hecho de que aquellas personas, si no compartían sus ideas, probablemente compartían sus ideales o admiraban alguna otra de sus cualidades, yo creo que el revuelo que su fallecimiento causó en ese momento fue porque, también como en el caso de JM, para efectos del inconsciente colectivo chileno, con la persona muerta terminaba de irse un pedazo de la historia de Chile del cual había llegado a ser símbolo, o, más bien, cuyo recuerdo o eco había llegado a personificar. Al irse Gladys se iba no sólo la dirigente comunista o la luchadora contra la dictadura; se iba lo que quedaba de la UP, pero no sólo la UP entendida como un proyecto perteneciente a un cierto número de colectividades políticas, sino como una época que marcó al país y que todos los sectores sociales, independientemente de la valoración que hicieran del proceso social que Chile experimentaba entonces, vivieron con mística y pasión (dos cosas que hoy en día no abundan en la política chilena). Pero tampoco se iba solamente eso. Se iba con ella todo un período de la historia de Chile que se remontaba hasta el Frente Popular. Con don Julio pasa algo muy parecido, aunque probablemente en una dimensión diferente de la mente nacional, dado que el ámbito en el que se hizo conocido no fue la política, sino los medios de comunicación, y, al menos para mí, con un impacto mayor, por dos motivos: primero, porque probablemente no había personaje público vivo más querido en el país, por gente de todos los sectores sociales y políticos (excepto, quizás, Mario Kreutzberger). Y segundo, porque debido a la época con la cual coincidieron el inicio y la consolidación de su larga trayectoria en los medios de comunicación, llegó a simbolizar toda una era, aquella era en que el país se jugaba su destino en cada elección, en que las masas marchaban por las calles, en que la gente aún conversaba en sus casas, en que se leía más y se hablaba mejor, las ciudades eran pacíficas y la gente salía sin temor a comer o al cine. Una época en que los chilenos vivían a un ritmo que yo sólo puedo imaginar y que la generación posterior a la mía probablemente ni siquiera puede concebir. La época que va desde Arturo Alessandri hasta Salvador Allende, con todo lo bueno y lo malo de ella. Se nos va el anciano de la tribu y con él termina de irse una era. Es el fin definitivo de la vieja República.

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ADDENDUM:

Viendo imágenes de archivo mostradas en el acertado programa especial JM por Siempre, transmitido por Canal 13 la noche del día en que murió don Julio, me puse a pensar en las privilegiadas dotes de JM como comunicador; en su vocabulario, cultura, oratoria y habilidad para la conversación televisiva. Luego, pensé en los programas y personajes que predominan hoy en día en la televisión abierta chilena: reality shows en los que imbéciles hacen y hablan estupideces con el fin de hacerse famosos de la noche a la mañana, cuyos ganadores de turno son olvidados antes de que termine la tanda de comerciales que sigue al episodio final de la temporada; mentecatos cuyo mayor sueño vocacional es llegar a formar parte de alguno de los múltiples programas “periodísticos” en que famosillos de tercera y cuarta categoría se insultan unos a otros; humoristas cuyo mayor recurso cómico es mostrar de cuántas maneras diferentes pueden hacer referencia al pene; “estelares” “de conversación” habitados por mujeres cuyos pechos pesan más que sus cerebros, animadores incultos e ignorantes, futbolistas que ni siquiera saben sumar y otros especímenes variopintos de la farándula, quienes aparecen hablando idioteces insulsas y banales con suma seriedad, como si estuvieran discutiendo asuntos de vital importancia. Realmente, don Julio era de otros tiempos.